De cipayo a quintacolumna K en 24 horas

Atención: esta es otra nota sobre periodismo. El que lo desee, con todo derecho y para su bien, puede bajarse ahora: esto es material de consumo para la redacción. Ayer me devoró la grieta. Otra vez di un paso sin prestar mucha atención, sin hacer cálculos y... glup. Por mayor que sea el esfuerzo de Luis Majul con su museo, esto va a seguir así hasta el final. Paciencia.

El miércoles publiqué en este diario un texto para la columna Cronista por un día, que comparto con otros colegas. Vengo escribiendo con regularidad sobre cuestiones vinculadas al fenómeno Vaca Muerta, un tema que me despierta curiosidad. Alterno con algún asunto del día, más o menos de agenda. Siguiendo la iniciativa del diario, que un día antes llevó a la tapa, conté lo que sabía sobre el paso de la Presidenta por la facultad de Derecho de Universidad de La Plata, entre 1972 y 1979, una cuestión que volvió a cobrar inusitada actualidad. Como acertó mi mujer: de la noche a la mañana, pasé de cipayo a quintacolumna rentado del kirchnerismo.

Lo que dije en la nota era que hace diez años estuve en La Plata buscando información para una biografía sobre Néstor Kirchner. En un marco de estricta reserva mi pedido no había sido hecho por canales oficiales accedí a los certificados analíticos de estudios del entonces Presidente y de su mujer, la diputada Cristina Kirchner. A propósito del reclamo que hizo el doctor Daniel Sabsay, una persona honorable, recordé la información que había obtenido y que aún conservo entre unos viejos apuntes. Fechas de ingreso, promedios, fechas de graduación. Lo que allí pude obtener. Ella había sido mucho mejor estudiante que él, me aseguraron entonces. Creí en la información de mis fuentes: eran los responsables de la facultad, que además estaba en manos de la oposición, garantía de imparcialidad. Era insospechada la idea de que ninguno de los dos Kirchner hubiera salido de allí sin su título de grado.

Bien temprano, la nota de El Cronista estalló en la redes sociales. Periodistas de medios kirchneristas, antiguos compañeros algunos, retuitearon el texto como una proclama vindicativa: Vieron, putos. Si hasta este tipo lo dice, no hablemos más. Colegas de medios oficiales/paraoficiales celebraron la novedad como la victoria definitiva en el caso del título de la Presidenta. No solo periodistas: desde el kirchnerismo rabioso parecían haberse sacado una bolsa de arena de la espalda. No voy a dar nombres, por pudor.

Más tarde, diría después del mediodía, empezó a llegar lo del otro lado. Era inadmisible que se hubiera insinuado que la Presidenta se había recibido de abogada. Ah, ¿así que no les sacaste una foto a los analíticos? ¡Te mostraron una copia trucha! Pasaste por nabo, viejo, ¿Cuánto cobraste por la operación? ¿Che, qué está pasando con El Cronista que publican esta mierda?

El episodio me recordó uno de años atrás. Era editor de la sección El País de Clarín cuando en febrero de 2011 publicamos unos documentos que confirmaban que Kirchner había contratado aviones de los hermanos Juliá para su campaña electoral, una información que venía siendo desmentida por el entonces ministro Aníbal Fernández. Los Juliá acababan de ser detenidos en Barcelona con una tonelada de cocaína. Escribí en un breve artículo lo obvio: no se pretendía en esas páginas acusar a Kirchner de narco. Esa nota fue mencionada intencionadamente en 6,7,8 como una isla de "dignidad" en medio de una edición miserable. El único propósito de esa mención era generar una especie de cisma en la redacción y desprestigiar a Clarín.

En ambos lados de la grieta parece practicarse una ética que lo único que busca es tener razón. En el caso de los periodistas, quedamos atrapados en una dinámica según la cual uno sólo debe decir aquello que se espera de uno. Tal vez el problema resida en que, de un lado y de otro, nos dirigimos por lo general a una parte, digamos a una mitad, de la audiencia. Los estallidos se producen cuando ambas mitades coinciden, como fue el caso. Las audiencias se acostumbraron a recibir lo que desean escuchar. Y creen que el periodismo es eso.

No hice una investigación específica sobre la carrera de derecho de la Presidenta. Mi información es la que obtuve una década atrás. Coincide con la que la Universidad de La Plata dio en dos oportunidades, hace siete años y el lunes pasado, y con la de Laura Di Marco, la principal biógrafa de Cristina Kirchner: todo indica que la Presidenta es abogada. Sería penoso para todos que hubiera ejercido el poder todos estos años detrás de una mentira. Esa posibilidad podría ser descartada de una sola manera.

De periodista cipayo a quintacolumna. A los tibios los vomita Dios, habría dicho Menem.

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