Empresarios de un lado, kirchneristas del otro y Scioli en el medio

El fin de ciclo del kirchnerismo comienza a hacerse previsible. Tiene aspectos que lo emparentan con el final del menemismo y otros que rememoran al final conflictivo de Raúl Alfonsín. Estos días del Coloquio de IDEA fueron en esa línea. Los empresarios se animaron después de once años a plantear algunas críticas y el Gobierno respondió con un clásico de su repertorio: la acusación ramplona de golpismo. Y no pasó mucho más. La falta de credibilidad, afortunadamente, le ha quitado dramatismo a la cuestión. Los reproches aburridos de Axel Kicillof y Jorge Capitanich están muy lejos de aquel Alfonsín que se apersonó en el palco de la Sociedad Rural Argentina para meterse dos dedos en el bolsillo del chaleco y gritarles en la cara a los ruralistas que iban a tener pelea.

Apenas quedó Daniel Scioli en medio de la batalla de palabras. El candidato presidencial que más defiende a Cristina pero que la Presidenta menos considera enfrentó a los empresarios con su estilo gandhiano. Marcó los límites de la confrontación y se mostró amable con quienes criticaron el gobierno del que forma parte. Finalmente, logró diferenciarse de Mauricio Macri y de Sergio Massa y salió ganando algunos puntos. No es poco en un momento en que la carga de la mochila oficialista se vuelve más pesada que nunca.

El Coloquio de IDEA es un minué donde empresarios, economistas y dirigentes políticos expectantes se miran, se hablan y se miden. Los hombres de negocios son los anfitriones pero están demasiado pendientes de lo que hagan los candidatos. Parece que Scioli no viene. Macri está jugando a las escondidas. Massa está esperando a ver que hacen los otros. Lo único firme es el trío de Unen: Binner, Cobos y Sanz, anunciados con el intendente de Tigre para el viernes.

Pero Scioli aparece y llega hasta la mesa central de IDEA para que los organizadores respiren aliviados. Lo saluda Isela Costantini, la brasileña nacida en Curitiba y crecida en San Pablo que se convirtió en la empresaria top del país adolescente. Y Miguel Blanco, el vocero del Coloquio, le ladra al gobernador que el empresariado está en contra de la Ley de Abastecimiento, de la eternización en el poder y de la lógica amigo-enemigo, eje estratégico de la era de Néstor y Cristina.
 

Scioli se sube enseguida al atril y sonríe. Ensaya un discurso donde confronta con Blanco durante un par de minutos. Después se relaja y vuelve a la Biblia del optimismo, la fuerza y la producción. Hace un discurso corto y recibe saludos de varios empresarios que lo querrían ver algo más lejos de Cristina y de La Cámpora. Daniel los palmea y les dice sin dejar de sonreir: "Voy a ser presidente, no tengan dudas, voy a ser presidente". A algunos los tranquiliza. A otros los llena de preocupación. El gobernador juega con esa ambivalencia.

La peor pesadilla de los empresarios reunidos en Mar del Plata es que no saben cómo se va a definir la cosa. No saben hasta dónde va a caer la economía; no saben hasta dónde los va a apretar Cristina ni saben quién va a ganar las elecciones del año próximo. La incertidumbre gana la batalla. Por ahora, sus certezas son la falta de dólares, la caída del crecimiento y la inflación del 40% anual. Y la certeza mayor, la que más temen. La certeza de que los problemas de la Argentina no tendrán solución por un largo tiempo.

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